Por el contrario, el hombre moderno reconoce que el saber está al alcance de todos y que a todos se dirige. Desde siglos atrás, vienen creando instituciones oficiales o privadas, academias, escuelas, así como publicaciones de gran tiraje que se encargan de hacer conocer, de propagar y aun de vulgarizar los conocimientos y adquisiciones del espíritu. De este modo, cada generación aprovecha las adquisiciones y enseñanzas de la generación precedente. En contraste, también, con el espíritu conceptual y sintético del hombre medieval, el espíritu del hombre moderno ha sido, de manera preponderante y hasta hacer poco tiempo, empírico y analítico. Para él, la realidad constituye ante todo un conjunto de hechos y de experiencias empíricas que hay que analizar con el fin de descubrir su sentido real. Los hechos mismos constituyen el centro de la investigación científica y cobran una importancia siempre creciente (por ejemplo, el valor enorme que se atribuye hoy a las estadísticas), y el saber, lejos de tender a constituirse en esas síntesis cerradas y definitivas que pretendían ser las sumas medievales, permanece perpetuamente “abierto”, permeable a cada instante al progreso, que es uno de sus aspectos mas esenciales.”
René Leibowitz: La evolución de la música, de Bach a Schöenberg.
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