18 de febrero de 2009

El hombre medieval y moderno

"El hombre de ciencia medieval es un iniciado. Su saber sólo se dirige a un pequeño número de personas, iniciados como él, y la transmisión de ese conocimiento constituye una iniciación en el verdadero sentido del término. Con frecuencia, sus obras, producto de ese saber, tienen un aire enigmático y están consignadas en una especie de código secreto que es necesario descifrar para penetrar y comprender el sentido del mensaje transmitido. Son raros los que demuestran ser capaces de efectuar ese trabajo, y los que lo consiguen, guardan el secreto. Lejos de difundir el resultado de su trabajo, estiman que los que vendrán después de ellos deberán rehacer la misma labor de iniciación, para, a su vez, convertirse en iniciados. Además, el espíritu del sabio medieval es conceptual y sintético. La realidad que él estudia o expresa debe dar nacimiento al concepto. Los hechos no le interesan si no pueden conceptualizarse, y ello en la medida en que tal conceptualización resulte posible. El saber así adquirido debe sintetizarse, y de ahí la existencia de esas numerosas sumas (verdaderas síntesis del trabajo y los conocimientos de toda una vida, una generación o una época) que la edad media nos prodiga con tanta generosidad.
Por el contrario, el hombre moderno reconoce que el saber está al alcance de todos y que a todos se dirige. Desde siglos atrás, vienen creando instituciones oficiales o privadas, academias, escuelas, así como publicaciones de gran tiraje que se encargan de hacer conocer, de propagar y aun de vulgarizar los conocimientos y adquisiciones del espíritu. De este modo, cada generación aprovecha las adquisiciones y enseñanzas de la generación precedente. En contraste, también, con el espíritu conceptual y sintético del hombre medieval, el espíritu del hombre moderno ha sido, de manera preponderante y hasta hacer poco tiempo, empírico y analítico. Para él, la realidad constituye ante todo un conjunto de hechos y de experiencias empíricas que hay que analizar con el fin de descubrir su sentido real. Los hechos mismos constituyen el centro de la investigación científica y cobran una importancia siempre creciente (por ejemplo, el valor enorme que se atribuye hoy a las estadísticas), y el saber, lejos de tender a constituirse en esas síntesis cerradas y definitivas que pretendían ser las sumas medievales, permanece perpetuamente “abierto”, permeable a cada instante al progreso, que es uno de sus aspectos mas esenciales.”

René Leibowitz: La evolución de la música, de Bach a Schöenberg.

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